“Recordar es vivir”, es sinónimo de risas, de añoranzas y de buenos recuerdos que, por tan solo instantes, la inmensa mayoría, deseara regresar al pasado solo para volver a vivirlos. El mayor de los ejemplos, una niñez maravillosa, llena de juguetes, de juegos y sobretodo de amor.
Sin embargo, no siempre es así. Para la costarricense Xinia Venegas, recordar es revivir como el ser que debió protegerla le robó la infancia, es ver cómo sus sueños de niña se rompieron y lejos de una vida feliz la adversidad parecía haberse ensañado hasta un punto en el que tuvo que decidir entre ser más grande que el más grande de los obstáculos o morir.

La vida le cambió a Xinia el día que sus padres se separaron estando ella muy niña.
Siendo la mayor de 6 hermanos, Xinia asumió todo el peso de cuidar de ellos, en medio de una familia en donde las carencias económicas estaban a la orden del día, a duras penas culminó el segundo año de colegio, mientras comenzaba a ver cómo se desvanecían sus sueños de ser una excelente enfermera o una gran cantante.
El despiadado maltrato por parte de su madre y de su padrastro obligaron a Xinia a dejar de estudiar e ir a la escuela de la vida. “Hui de ese infierno para hacer cualquier cosa. Lo único que conseguí fue trabajar limpiando casas y cuidando niños”.
“Cuando tenía apenas 8 años fui violada por un extraño, luego mi padrastro se aprovechó de eso para también abusar de mí, sin que mi madre lo creyera. Él le hizo creer que todo era producto de mis traumas”, cuenta.
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La princesita no tenía cuento rosa
“Desde ese momento lo único que desee hacer era cuidar de niños para que nadie les hiciera daño. Trabajé en muchas casas como niñera y cuidé de mis hermanos como si yo fuese su madre, daba todo por ellos. Aprendí a observar a otros niños, sabia cuando eran maltratados o abusados con solo verlos”, agrega Xinia.
El fin del abuso y el inicio de otra lucha
Un día cuando Xinia regresaba de trabajar, encontró su casa rodeada de policías y de mucha gente. Era evidente que algo sucedía. Corrió desesperada y al llegar al lugar descubrió que por fin su padrastro había sido descubierto.
“En ese momento, conté a la policía todo lo que ese señor nos hacía a mis hermanos y a mí. Yo no entendía por qué tuvo que suceder todo esto para que mamá me creyera, ¿por qué la persona que más debía protegerme me había dejado sola? Decir la verdad no era suficiente cuando me tocó enfrentar a un mounstro que sabía muy bien cómo manipular a mi madre”.
Luego de toda esa dramática escena, la decisión de la madre de Xinia fue sacarla de casa a ella y a su hermana. Las dos hijas mayores que no llevaban la sangre del desalmado padrastro.
“Nos dejó en una casa para pasar la noche. Al día siguiente, llevé a mi hermana conmigo a mi trabajo y me despidieron, ni me pagaron, porque ellos no eran `guardería`-decían- caminé mucho buscando trabajo en casas donde pudiese quedarme con mi hermana, pero todo fue en vano”.
Tras la situación, la hermana de Xinia fue llevada a un orfanato. “Lloré mucho. No sabía para dónde se la habían llevado, la busqué por todos lados y fue tanta mi desesperación que la dueña de la casa en donde nos había dejado mi madre me reveló el sitio en el que estaba mi hermana y me regaló un pasaje para que fuera por ella”.
“Empezó otra odisea. Yo no sabía andar lejos de casa, miedo, hambre, debilidad, sentí de todo, pero llegué a un lugar llamado La Casa de la Esperanza. Desde lejos, porque no me dejaron entrar, pude ver a mi hermana llorando sentada bajo un árbol. Luego de muchas horas una niña se acercó y me preguntó a quién buscaba. Le dije el nombre y le señalé: Es aquella que está allá llorando, dile que vine, que no me dejaron entrar, pero que no la voy a dejar sola. Dile que la amo”, narra al tiempo que deja escapar un inmenso suspiro.
Tras tantas horas afuera de esa casa-hogar, pero con la fe en Dios de que algo pasaría y finalmente se reuniría con su hermana, Xinia sucumbió ante la debilidad física y el inmenso dolor que la acompañaba.
“Me desmayé y al verse obligados a ayudarme, no les quedó de otra a los encargados de ese lugar que abrirme la puerta. Dios lo hizo para unirnos. Ya adentro, estuve como más de 1 hora inconsciente. Reaccioné, pero no respondía a nada. Estaba perdida en mí. Solo escuchaba los gritos de mi hermanita para que la dejaran pasar a cuidarme. Finalmente, ella entró y solo hubo lugar para un gran abrazo que mitigó todo el dolor que estábamos sintiendo. Allí viví hasta cumplir mis 17 años junto a mi hermana y otras niñas las que cuidaba con mucho amor”.
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Una marca para toda la vida
“Definir algo en específico que haya marcado mi vida es difícil de decir cuando todo es una marca, pero creo que la falta de valor de mi madre para defenderse y defendernos, y el saber que en este mundo no puedes confiar ni sentirte seguro de nadie tienes que ser fuerte y ver que no hay nadie, tal vez no se logra superar. Hay que aprender a vivir con elloporque lo único que te queda es ser fuerte y mantenerte firme en lo que deseas para ti y los tuyos, porque si lo olvidas la historia se repite”.
Pese a todo el drama que le tocó vivir, Xinia logró casarse y formar una hermosa familia. Junto a su esposo tienen 4 hijos y 2 nietas a las que adora.
Cuando las vicisitudes parecen no terminar
Con una vida estable, Xinia se dedicó a trabajar en sus negocios, pero, su madre y el esposo de su hija enfermaron de gravedad.
“Dejé los negocios en manos de mis hijos, que aún eran menores. Un día les robaron la mercadería y el dinero. Nos dejaron sin nada. Tuve que hipotecar mi casa, la cual perdí porque no pude nunca pagar la hipoteca. Los únicos ahorros que tenía los invertí en un negocio de criptomonedas y me estafaron. Un día me levanté y estaba en la ruina. Intenté quitarme la vida en dos ocasiones, ya no podía más con la depresión”
Llegó la oportunidad
En medio de tanta oscuridad y de una vida marcada por la adversidad, Xinia encontró una luz al final del túnel y fue gracias a la empresa online para la que trabaja, donde ha recibido todo el apoyo recibido por parte de los directivos de la misma.
“Con Bomtopia aprendí a ganar dinero desde mi casa y esto me ha permitido ayudar a muchas personas de tantos países. Finalmente, encontré mi gran oportunidad financiera y créame que de tener negocios físicos a negocios internacionales y ser la dueña de mi empresa a veces no me lo creo. Hoy en día tengo una marca internacional y ya no trabajo con esfuerzo sino con amor, lo disfruto”.
Lo mejor de todo es que Xinia a la edad de los 60 años logró sanar sus heridas y hoy es ejemplo de superación para sus nietos y miles de mujeres en el mundo que han sido víctimas de abusos. Gledis

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